Estaba leyendo un libro de Javier Cercas, Soldados de Salamina, y recordaba que había visto la otra versión, la de la película, en ella el personaje o uno de los personajes principales era una bella profesora de literatura, en la versión del libro el personaje es Javier Cercas, claro que Conchi, una pitonisa que habla en la tele sigue igual en ambas. Estaba leyendo el libro con mucha emoción y sobre todo con la certeza de que esa frase de que los soldados, en un pelotón de fusilamiento eran los que habían hecho que la historia continué, era imporante y tambien curiosa. En el libro de Bolaño "2666", esta frase también aparece. Tal vez es como decía Cervantes en el Quijote, que las armas y la guerra estaban antes que la literatura. Pero la literatura tiene sus propias batallas, las guerras y los malos entendidos se han transformado para ir desde la realidad hasta el mundo de los sueños y las reflexiones.
Muchos otros hombres han estado presentes en las guerras, Imre Kertész, lo estuvo en la segunda guerra mundial, Faulkner fue un testigo de lo que ocurrió, Bolaño estuvo cerca de lo que ocurrió en Chile, Sanchez Maza fue un poeta propulsor de un mundo extraño, Von Archimboldi, personaje de Bolaño y la literatura, paso por la guerra, como soldado y luego tratando de liberarse de ella. Es peculiar la forma en la que la guerra influye y ha influido en la literatura, las conmociones, como el terror que paso el Perú, relatado en libros tales como Abril Rojo de Santiago Roncagliolo y Radio Ciudad Perdida de Daniel Alarcón, nos muestran como, en cierta forma, la emoción de un suceso extraño y diverso, propulsa un hecho creativo.
Garcia Marquez habla de los años convulsos que lo impulsaron a escribir, en Vivir Para Contarla; muestra en ella que en una ocasión se salvo de la muerte en un hecho tumultuoso y peligroso en Colombia. Vargas Llosa también observo un descalabro Político en Conversacion en la Catedral; libro por demás ingenioso y revelador de sucesos políticos contradictorios y confluyentes en el Peru.
Al parecer la emoción de la guerra, la incertidumbre de salir con vida. El hecho de que esto se exprese, con diversas formas, desde la época de Los Tres Mosqueteros, los Miserables, incluso desde la Odisea y la Iliada, también de la Eneida, muestra que el corazón y el alma creativa siguen algunos de los derroteros que están incluso en el pasado, la disyuntiva de la guerra, y todo lo que continua y sigue a una palabra, donde son notorios hechos y sucesos que nos llevan a pensar que la literatura relata lo que ocurre, pero esencialmente al alma humana cuando está en una parte peligrosa del abismo, sea el cielo o el infierno, la literatura ve al ser humano con precaución y observa si puede sobrevivir a un momento difícil.
Esta brecha, la espera de que no ocurra nada peligros, la espera de saber si podremos salir del camino y no meternos en problemas; o que la próxima vez que un poema sea mal interpretado, ojalá que alguien no provoque un entuerto, porque eso para algunos es lo que provoca los desbarajustes y las peleas; o que un libro sea leído con una intención extraña y una obra de teatro que parodia algo, pero que sea entendida de distinta forma, nos de un cambio de rumbo en uno de los destinos del que la mira, y justamente, aunque suene irónico, son esas las cosas que cambian el mundo, su rostro y la faz de la gente que vive en la lugar en donde vivimos, una palabra cambia muchas cosas. Pero obviamente la literatura se expresa de muchas otras formas, mientras recordamos a aquel pelotón de fusilamiento en el momento en que baja las armas y canta una canción preciosa y tristisima, como solía decir mi abuelo, y que el corazón siente, mientras el alma la escucha con mucha emoción; una canción que poco a poco se vuelve alegre y nos deja tranquilos y sonrientes.