Radio Clásica

El Club de lectura leo luego existo

El Club de lectura leo luego existo
Un sabado de aventuras en el Cusco. Foto de ¡Eps!
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viernes, 17 de octubre de 2008

La clave Chateubriand



Les dejo una transcripción literal del Blog de Ivan Thays http://notasmoleskine.blogspot.com/ Es interesante

Y ya que estamos en un día de noticias raras, esta noticia está también bastante divertida. Al parecer, el parlanchín secretario de la Academia Sueca Horace Engdahl tuvo un pasado como agente del contraespionaje sueco. Por eso, le fascina inventar códigos para poder manejar en secreto las deliberaciones del jurado. Dice la nota en el ABC:
Una carrera que inició en la Escuela de Intérpretes de la Defensa (conocida como «el horno productor de espías»), donde, además de aprender ruso a la perfección, se adiestró en el difícil oficio de agente secreto. Tal vez, por eso introdujo en la real institución la rutina de «kodar», es decir, cifrar con nombres secretos a los favoritos al premio. Horace desveló que el alias de Le Clézio era «Châteaubriand», un buen código «que casi nadie identificaría con un autor francés ya que la cultura de la gente es hoy tan baja que, si oyeran ese apodo, pensarían que se trataba de un solomillo». (...) Engdahl no descarta que hayan espiado sus correos electrónicos y demás documentos enviados por el ordenador, que hayan «pinchado» los teléfonos de la Academia y el suyo propio o que la Sala de Juntas, donde se delibera y vota al Nobel, estuviera infestada de micrófonos: «Las nuevas tecnologías suponen riesgos». Afirma que «no quiero jugar a James Bond, pero que existe esa posibilidad».¡Ya pues! ¿Y así quiere que nadie se entere? Ni Maxwell Smart. Pucha, con una clave como esa era super fácil descubrir quién ganaba el premio Nobel. Ya pues, Engdhal, esfuérzate un poco más para crear códigos la próxima semana. Seguro la clave de su tarjeta de crédito es el día de su cumpleaños.
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Unas canciones Francesas

Escuchaba unas canciones francesas, todas muy interesantes, bueno aunque un poco románticas, pero muy lindas. Este es el enlace por si alguien quiere escucharlas.http://www.malhanga.com/musicafrancesa/index.html . Sobre todo me gusto una canción de Francis Cabrel Je l'aime à mourir . Que DLG, un recoradado grupo de América también cantaba pero en español, igual las dos versiones son buenas, así que aquí les dejo la versión francesa. A la próxima voy a buscar unas canciones más contemporáneas, para variar un poco. Espero encontrar los libros en Francés de mis escritores favoritos para algún día leerlas en su idioma; eso también seria muy bueno.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Es interesante

Es interesante escribir, pero también lo es el soñar mientras uno escribe esto o lo otro, no pretendo molestar a nadie. Puede que estés tranquilo, espero que sea así y que te encuentres bien mientras lees esto, mientras lo miras y al mismo tiempo me miras dentro de la historia y del relato. Deseo contarte algo, puede que no sea cierto, puede que sí lo sea y entre tanto me pongo a pensar en lo que voy a escribir otro día, un engaño posiblemente, es probable, tal vez no, pero es que esa es una de los formas de la escritura, de la que sé, aunque han de haber muchas más y lo que es curioso es que este escribiendo como si hubiera leído un libro hecho por un escritor Turco pero traducido al español y por lo tanto traído desde España, con su correspondiente viaje por todo el océano; y es que lo he hecho.
La semana pasada leí me llamo Rojo de Pamuk y como ya sabrás, es una de las historias que escribí hace unos días, no precisamente la novela pero sí algo de ella. No se si el amigo del que les conté es real, ni siquiera si la playa aquella mañana estaba así, como en la historia y si incluso ella estaba con sol o nublada, pero es que la recuerdo de esa manera, no por el viento y las hojas o por mi amigo, aunque un poco por él, sino por Pamuk. Es creo una de las características de su temperamento, el estar acompañado mientras escribe, una compañía solitaria por otro lado, ya que se encuentra solo en el momento en que escribe, para que luego otras personas lo acompañen en su aventura.
El disfrute que uno tiene a la hora de escribir no tiene explicación, muchas cosas no la tienen, no es necesario buscar en los anaqueles de la sabiduría toda lo que significa el estar acompañado o lo que es el amor (aunque es interesante esa busqueda), pero también es interesante disfrutar de la compañía y estar enamorado, no digo plenamente, aunque esto sería preferible, pongamos que solo enamorado y acompañado por otras personas, por lo menos en este momento. Y es que escribir es como crear nuevos amigos, o verlos desde otra forma. A un amigo lo puedes escribir, en una historia, como una persona astuta, siendo él muy tranquilo y a otro como a un ladrón siendo un policía, y es que eso debe de ser parte de la historia, parte de lo que uno disfruta al momento de escribir, de crear, de hablarte en este momento, aunque luego ya no estemos; aunque después visitemos otras regiones del cuerpo y de la palabra, estarán ellos y te acompañaran en tu próxima aventura y si la lees diviertete y si no por lo menos cuentala a un amigo, para que el que la escuche se pregunte: "esa historia ya la escuche en algún lugar, pero aún así me sigue pareciendo increible"... Sin saber dónde e incluso cual fue el momento preciso en que ocurrió esa aventura. Así que un saludo desde casa, nos vemos.

jueves, 2 de octubre de 2008

Como aquella mañana


La luz de la mañana cae por sobre mi hombro, mientras él permanece tranquilo, estamos en la sala y de pronto le escucho decir un poema.

Es aquello el Oriente
Rosa roja
Rosa solamente amada

Que inaudito es amar
Sobre todo la frente pálida
y el ceño de ella cuando lo frunce

Por eso...

Es como una rosa el Oriente
Como una lágrima de sal
Que cae desde la montaña.

Tú la quieres, le pregunto, pero él se queda en silencio, mientras lee "Me llamo rojo" de Pamuk. Qué tal la novela, le digo y el me dice que divertida, sobre todo cuando los enamorados se tienen que casar, y agrega luego de un rato, sobre todo porque tienen que engañarle a la muerte. Ah, le respondo, algo confundido, mientras la luz de la mañana se esconde en otra parte de la habitación.

Es curioso este día en la playa, sobre todo por como está el ambiente en la casa de mi nuevo amigo. Él sigue con lo de siempre, anotando algo, escribiendo en su mente, mientras se pierde en un laberinto imaginario. El reloj suena, son las ocho; no como aquel reloj que la reina de Inglaterra le regalo a uno de los sultanes de la historia que estoy leyendo, me dice mi amigo. En esta historia, continua, se sabe que el reloj que la reina le regalo al sultán fue destruido por él mismo, por un sueño, por algo, pero en fin, yo le escucho, mientras las hojas de un libro se mueven y el piso rechina.

El mar a lo lejos parece susurrar, mientras un cuadro en la pared se mueve por la brisa que entra por la ventana, hace un poco de calor y voy a encender el ventilador. Es esto, dice mi amigo. Después, le escucho decir a media voz, por que se parecen tanto, pero también porque son tan distintas; mientras Orhan nos relata otra aventura.

Las historias se parecen mucho por que relatan los cambios, y no son las mismas, solo que el cambio se produce poco a poco, me dice mi amigo luego de estar un buen rato en silencio. Ahora creo que voy a leer a Pamuk, espero que Orhan me cuente algo de su familia, pienso y entre tanto la luz de la habitación cambia, la brisa y aquellas nubes, el otoño o el verano y un huracán que se acerca, la melodía de Ravel que una amiga en Portugal escucha y el poema de un amigo de Argentina, los recuerdos, la rosa roja, me llamo Rojo, todo se encuentra en otro lugar, mientras en la playa el azul del cielo se saluda con la ciudad de Barranco, parafraseando a Martín, un poeta peruano de hace mucho tiempo, de hace un momento, de una conversación, es curioso que mi amigo también se llame Martín, aunque yo no soy ni Orhan, ni Martín, les escucho un momento, sin decir mi nombre, sin hablar, solo en silencio, hasta que la brisa llega y yo también les cuento algo, de como llegue aquí, de la luz de mi casa, de como es el mundo en las montañas, y de que siempre quise estar en la playa.

Me escuchan mientras se alistan para conversar de otras cosas. El viento entra otra vez y de pronto yo me levanto y mi amigo también, vamos a tomar un refresco y luego ya veremos, dice, esta bien, le digo, sin saber porque. Salimos de la sala y atravesamos un pequeño jardín lleno de arena y de algo de pasto.

La ventana sigue abierta y él me mira, parece que le recuerdo a su hermano, y él lo siente, te pareces, dice. Caminamos a la cocina y al entrar en ella, sentimos la voz de Luciana, de ella, de la amiga silenciosa de la casa y que lo cocina todo tan rico, es un poco mayor y con su voz estruendosa nos dice. Ya era la hora que dejen de estar ahí encerrados, vayan, vayan a pasear. Le hacemos caso, pero luego de tomar un poco de refresco, de salir de nuestro ensueño y de la casa.

La playa es inmensa, pero empezamos a pasear por una quebrada, que extraño no, por un lugar recóndito. Ahora observamos de lejos la casa y empezamos a correr en busca de sus amigas, de unas muchachas que viven en una lugar cercano, esperando encontrarlas, sobre todo antes del atardecer, antes de que ellas se vayan de su casa para pasear en la noche, junto a otra forma de la playa y de la gente, así que por ahí vamos.