Después de mucho estoy muy cerca a un estante de fotos y de papeles, muy junto a un elefante de papel que se desliza por la selva imaginaria de mandrágoras gigantes que no existen por que son pequeñas en los libros que vemos cuando buscamos historias increíbles, y que además son dibujadas a la manera de un humano que no es sino parte de un buzón de celosías del recuerdo que permanece dentro del mar profundo.
Hay unas cajas de madera a un lado de donde se teje la palabra y el silencio, al otro mi hermano ve la televisión. Es como un juego esto del viento, de las rosas y del estante en la casa antigua y en la nueva la ornamenta de los días. Es verdad que no se escucha nada en la habitación, cuando uno duerme y apaciblemente se despierta sin hacerlo. Hay un enjambre de voces que te hablan y te escuchan, un enjambre de silencios.
Los sonidos de la furia y la tranquilidad, la consciencia, la otra consciencia y por ello doble consciencia de cuatro sueños más que se tienen sobre uno mismo, desde el otro mundo, desde donde se nos sueña y se inventa parte del mar contento de la tarde, ya que ocho sueños mas observan todo otro día, esos sonidos nos escuchan. Un mar, en un mar nos movemos y en el espacio de una gota es que cae todo, a pesar de que creemos que es al revés y que la gota cae frente nuestro, aunque tal vez no
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