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El Club de lectura leo luego existo

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Un sabado de aventuras en el Cusco. Foto de ¡Eps!
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sábado, 23 de mayo de 2009

Escape en Einhard (Wartburg)


Era temprano aún, la brisa helada y las hojas que caían de los arboles al otro lado del río hacían que las personas dentro del castillo se despierten. Era un despertar como el de todos los otro días, con algo de dolor en el estomago por esa sensación de que algo faltaba, tal vez el estar fuera del castillo decía alguien. En la sala dormían cuatro personas, y otras cuatro en una habitación, en total entre los que estaban en la cocina y los que dormían en el cuarto para invitados eran veinte. Unos miraban las afueras de la casa con esperanzas, con nostalgia; los arboles y sus contorneos eran algo de la libertad que la gente podía ver y desear. El cocinero era Joaquín, antes había sido músico y al igual que sus melodías, la comida era tranquila y deliciosa. Uno de los hombres que estaban en la sala tosió un poco y luego de un momento hablo:
- Esto no puede seguir así, tenemos que hallar una forma de huir de este lugar, por dios que esto tiene que cambiar.
- Tiene toda la razón, mi sargento, pero lo cierto es que estamos aquí y es muy difícil salir de este sitio. Créame que lo siento, pero es difícil, si lo intentamos lo mas probable es que no volvamos a regresar – dijo el cocinero.
- Vengan, vamos a comer - exclamo alguien, desde lejos.
Todos los hombres se sentaron en un pequeña mesa, a comer, mientras unos guardias los observaban de pie y con algo de hambre por como ponían la cara. Las personas hablaban como si sus murmullos no se pudieran escuchar, de pronto había un silencio, mientras la puerta se habría y entraba un hombre con la mirada fría y el rostro severo. Hacia unas indicaciones a los guardias y de inmediato, tras ese breve lapso de tiempo, todos comenzaban a observar sus platos nuevamente.
- Créanme es seguro – dijo Cesir.
- No amigo, eso lo han intentado antes, pero no les resulto – dijo Pantic, un hombre robusto y amigable –, a lo mejor si intentamos otra cosa.
- Ya, pero ahora no hay que estar pensando solo en escapar, tenemos que aprovechar el tiempo que estemos aquí para hacer algo – dijo el sargento, mientras arreglaba su insípida barba.
- En que´ por ejemplo.
- El profesor Leirov, nos puede hablar algo de literatura y filosofía, podemos organizar unas tardes para hablar de eso o alguien puede cantar, en fin, actuar o lo que sea.
- Eso estaría bien, que tal luego de hacer nuestro mandatos, en la tarde, justo antes de caer la noche – dijo el cocinero.
- Estaría bien y hay que procurarnos un violín
- Eso sí es que estaría bueno.

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