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El Club de lectura leo luego existo

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Un sabado de aventuras en el Cusco. Foto de ¡Eps!
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lunes, 14 de julio de 2008

La mujer de la Luna (Fragmento)


Era una mañana tibia, los campos rebosaban de un verdor casi inusual. Un ave volaba gracilmente, simulando ser un punto más de la lejanía, confundido con los otros que nos muestra la naturaleza; el caserío era pequeño, una iglesia y una placita con un toro de piedra en medio lo conformaban, como quien va conociendo el propio cuerpo en un espejo de agua, se podía conocer también el pueblo; a las afueras había una granja, encima de la montaña que recibía y recibe a los paseantes, muy cerca del manante de Quilcopari, un lugar arracimado a un árbol de manzanos, ahí, los perros ladraban a un hombre ya mayor. Una mujer se avalanzaba junto a su sombra, siempre inquieta, a un costado de un arroyo pequeño; la casa era de dos pisos, un poco vieja, pero acogedora. En la entrada un pequeño jardín de tulipanes invitaba a entrar a la gente. Se notaba el vuelo de algunos insectos en medio del patio, el aroma del campo también era fresco y jugueton, como la sombra que se movía. De pronto Se escuchó un grito.
- ¡Ana! Qué estás haciendo…
- Observaba las aves del corral – repuso la joven, con algo de aplomo, pero también un poco incomoda.
- No estés ahí sin hacer nada, ve a la cocina y prepara la comida, hoy llegara tú padre trayendo buenas noticias. Vamos apura apura...
La joven se dirigió muy presurosa a su habitación. Estaba tan concentrada en la cena que olvido las palabras que dijo su madre, o por lo menos dio esa impresión, por como ponía su rostro y sus ojos.
- que bueno, ahora qué cocino – repuso a media voz, mientras una cacerola se caía en el suelo.
- Lo de ayer – agrego la abuela, una mujer sabía y entrada en años.
- ¡Eres tú! pensé que era mi padre, y eso que no he cocinado la cena. Es tarde además.
- No te pongas así. Te pareces a una amiga que tuve, no hace mucho, bueno pudo ser ayer, pero la verdad es que pasaran muchos años ya de eso, y es que para mí es como si hubiera sido tan solo ayer. Ella – dijo la abuela -, ella era como tú, no tanto por el rostro, pero tenía algo de pena en los ojos, a pesar de ser tan lindos…
- Me estas distrayendo. Es mejor que me ponga a cocinar.
La comida estaba siendo preparada con algunos menjunjes, en el final de la cocina; en un rincón embetunado, estaba escondido uno de sus hermanos, esperando el menor descuido para engullir algo del sabroso potaje, todo rebosada de un delicioso sabor. Las arcadas de la vieja casa, de pronto, eran acompañadas de ruido y algo de bulla, alguien había llegado.
Ana observo por el visillo de la puerta y pudo ver que su padre estaba en la habitación contigua, aunque no podía ver todo; sobre todo el lugar en donde se encontraba el otro visitante.
- Ana – gritó otra vez su madre –, ya es hora de servir la comida.
- En un momento – repuso la joven que estaba muy cerca de su abuela, quien presintiendo lo que ocurría empezaba a esbozar una sonrisa, tenue, apenas perceptible para Ana.

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