- Esto no puede seguir así, tenemos que hallar una forma de huir de este lugar, por dios que esto tiene que cambiar.
- Tiene toda la razón, mi sargento, pero lo cierto es que estamos aquí y es muy difícil salir de este sitio. Créame que lo siento, pero es difícil, si lo intentamos lo mas probable es que no volvamos a regresar – dijo el cocinero.
- Vengan, vamos a comer - exclamo alguien, desde lejos.
Todos los hombres se sentaron en un pequeña mesa, a comer, mientras unos guardias los observaban de pie y con algo de hambre por como ponían la cara. Las personas hablaban como si sus murmullos no se pudieran escuchar, de pronto había un silencio, mientras la puerta se habría y entraba un hombre con la mirada fría y el rostro severo. Hacia unas indicaciones a los guardias y de inmediato, tras ese breve lapso de tiempo, todos comenzaban a observar sus platos nuevamente.
- Créanme es seguro – dijo Cesir.
- No amigo, eso lo han intentado antes, pero no les resulto – dijo Pantic, un hombre robusto y amigable –, a lo mejor si intentamos otra cosa.
- Ya, pero ahora no hay que estar pensando solo en escapar, tenemos que aprovechar el tiempo que estemos aquí para hacer algo – dijo el sargento, mientras arreglaba su insípida barba.
- En que´ por ejemplo.
- El profesor Leirov, nos puede hablar algo de literatura y filosofía, podemos organizar unas tardes para hablar de eso o alguien puede cantar, en fin, actuar o lo que sea.
- Eso estaría bien, que tal luego de hacer nuestro mandatos, en la tarde, justo antes de caer la noche – dijo el cocinero.
- Estaría bien y hay que procurarnos un violín
- Eso sí es que estaría bueno.